La Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias presenta la exposición “Antonio Padrón. Una visión de lo cotidiano”

La Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias presenta la exposición “Antonio Padrón. Una visión de lo cotidiano”

Antonio Padrón
  • La exposición, comisariada por Christian Perazzone, acoge una representativa selección de obra −pinturas y esculturas− realizadas por el artista entre 1954 y 1968, año de su fallecimiento
  • La muestra podrá visitarse hasta el próximo 22 de julio en la sala de exposiciones temporales de la Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias, calle san Agustín, 18, La Laguna

La Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias ha presentado hoy martes en la sede de la entidad, calle San Agustín, 18, La Laguna, la exposición titulada “Antonio Padrón. Una visión de lo cotidiano”, una muestra integrada por veinte obras −pinturas y esculturas− realizadas por el artista en el periodo comprendido entre 1954 y 1968, año de su fallecimiento. La muestra podrá visitarse hasta el próximo 22 de julio, en horario de lunes a viernes, de 10 a 14 h. y de 17 a 20 h., y sábados de 10 a 14 h.

En el acto de inauguración han intervenido Óliver González, director general de la Fundación CajaCanarias, Mara Caballero, responsable de la Casa Museo Antonio Padrón. Centro de Arte Indigenista, María Dolores Ramírez, representado a la familia del artista, y Christian Perazzone, comisario de la exposición.

Óliver González comenzó su intervención recordando que, en 1951, un año después de la llegada de Cristino de Vera a Madrid para continuar su formación artística, Antonio Padrón regresaba a Gran Canaria tras completar sus estudios en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. “Ambos, en aquella ciudad y en distintos momentos, se impregnaron, entre otras cosas, de las enseñanzas de Daniel Vázquez Díaz, «patricio» de la modernidad, protagonista de la renovación estética en España, que les transmitió no solo sus conocimientos de los lenguajes de vanguardia sino, sobre todo, la idea de permanencia en esa modernidad como forma de ser artística y como actitud ante la vida. Así, mientras el creador tinerfeño, alejado del ruido de nuestro tiempo, ha desarrollado una obra de profunda espiritualidad, eligiendo los caminos menos transitados por el ser humano, Antonio Padrón alimentó su trabajo con sus propias vivencias, con las acontecidas en el entorno de la zona norte de Gran Canaria, donde vivió hasta su fallecimiento, en 1968”.

González señaló que Antonio Padrón fue pintor, escultor, ceramista, compositor, y es considerado por la crítica como el “último indigenista”. “Con su obra culmina la tradición de este movimiento, cuyo papel ha tenido una especial significación en el panorama cultural de Canarias. Ligado a la tierra y a su gente, al entorno doméstico de los seres cercanos, las actividades económicas, al estudio del folklore y de las costumbres, fue el «poeta del campo grancanario». En su trabajo se descubren, además de las huellas del cubismo, fauvismo y expresionismo, notables influencias de la cultura aborigen insular, cuyas referencias encontró en la Cueva Pintada de Gáldar, la necrópolis de El Agujero o en el Cenobio de Valerón”.

Igualmente, manifestó que esta muestra constituye un proyecto muy atractivo para la Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias en la medida en que sirve para revisar y poner en valor la obra de Antonio Padrón, uno de los creadores más emblemáticos de la historia del arte en Canarias.

Por su parte, Mara Caballero inició su intervención indicando que “una muestra como la que se presenta hoy en la Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias, la podemos calificar de histórica, sin ningún rubor, ya que no fueron muchas las exposiciones individuales que Antonio Padrón celebró a lo largo de su corta vida, tan solo en tres ocasiones: en el Museo Canario, en 1954, en el Gabinete Literario, en 1960, y en la Casa de Colón, en 1965”. Los motivos de esta circunstancia, aclaró, fueron señaladas por el periodista Pedro Perdomo Azopardo, en octubre de 1965, “casi no expone porque considera que hacerlo es un acto de exhibicionismo”. Igualmente, en 1958, a Pedro González Sosa le comenta que no celebra exposiciones porque no van con él los ajetreos, “ya le dije que me agrada el aislamiento”.

Caballero añadió que, tras la muerte del artista, no han sido muchas las exposiciones individuales dedicadas al pintor galdense. “Las contamos con los dedos de una mano y dos de ellas se han celebrado en Tenerife, la primera, en 1971, organizada por la Universidad de La Laguna y el Círculo de Bellas Artes, y, la segunda, en el Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz, en 1976”. Concluyó su intervención añadiendo que “Antonio Padrón fue un pintor incapaz de someterse por completo a una influencia determinada, todo sufría un proceso de canarización antes de incorporarse al cuadro, buscando un lenguaje propio y creando a partir de las exigencias expresivas de su entorno”. Por último, en nombre de la Casa-Museo y del Cabildo de Gran Canaria, agradeció la iniciativa por contribuir en la labor de difusión de uno de los principales exponentes del indigenismo insular.

Por otra parte, María Dolores Ramírez comenzó su intervención agradeciendo “el interés por difundir la obra de alguien que representa tanto para mi familia”, y aclaró que, aunque “no conocí personalmente a Antonio, tengo el retrato que mi madre, mi abuela y mi tía Pepa dibujaron con sus recuerdos”. “Y es que Padrón estaba muy unido a sus seres queridos. Cuando quedó huérfano se trasladó con su hermana Carmela (mi abuela) a casa de su abuela y sus tíos, pero los hermanos se veían todos los días”. Añadió que “era una persona muy cariñosa que se desvivía con sus sobrinos. Cuando estaban enfermos les contaba cuentos y sus cuentos tenían la misma magia que aparecía en sus cuadros, aunque cambiaran sus personajes. El escenario era habitualmente la selva y siempre sonaban tambores de fondo. Otras veces los animaba cantándoles acompañado del acordeón”.

Por último, Christian Perazzone inició su discurso argumentando que Antonio Padrón es uno de los artistas más enigmáticos de la reciente historia del arte de Canarias. “Si la obra de un pintor es el reflejo de su temperamento, la pintura de Padrón es fundamentalmente honesta, integra, reflexiva y austera. Su pintura es el punto de encuentro entre unos valores plásticos puros y el sintetismo de la identidad cultural de una Canarias rural. Vemos en ella un cúmulo de rigor en las construcciones, de expresividad exaltada de una dramaturgia realista y social, de un cromatismo equilibrado y natural, que va más allá del fauvismo”.

Perazzone puntualizó que esta exposición, “Antonio Padrón. Una visión de lo cotidiano”, no es retrospectiva ni antológica, aun, así, se presentan obras que abarcan la corta trayectoria del artista, de 1954 hasta 1968. “La muestra comienza con el magnífico Retrato de joven y prosigue con Ángeles, de 1957, pieza con la que obtuvo el Primer Premio de la Bienal de Arte del Gabinete Literario de 1958. Posteriormente, hay una selección de obras realizadas entre 1959 y 1960, donde el creador representa las tradiciones canarias. Estas piezas son resultado de un proceso de síntesis de lo esencial de la cultura insular. Tras ellas, se presentan las creaciones fechadas a mediados de los sesenta, donde acentúa las descomposiciones a partir de escenas cotidianas como en la Echadora de cartas, Campesina, Pastorcillo, entre otras. Finaliza la muestra con obras, fechadas en 1968, donde las personas adquieren un valor de simbólico.

También, Perazzone realizó un recorrido por la vida del creador y recordó que el artista tuvo la suerte de recibir clases de dibujo de Nicolás Massieu y Matos cuando este se encuentra en la cumbre de su trayectoria creativa, dominando la plástica de Gran Canaria. Este encuentro marcará definitivamente la carrera del joven Padrón. Cerró su intervención, diciendo que “La crítica consideró a Padrón, y sigue considerándole, como un pintor expresionista marcado por una propuesta indigenista distinta a la de sus antecesores”, añadiendo que “Antonio Padrón es, antes que nada, un pintor de su entorno, de su pueblo, de su gente, de la historia prehispánica que ha marcado a la ciudad de Gáldar”.

BIOGRAFÍA

Antonio Padrón es uno de los artistas más enigmáticos de la reciente historia del arte de Canarias. Nacido el 22 de febrero de 1920, en el seno de una familia acomodada de Gáldar, pueblo del norte de Gran Canaria, su infancia está marcada por la dramática pérdida de sus padres en menos de un año, cuando aún no había cumplido diez años de edad. Acogido por familiares, seguirá sus estudios secundarios para finalizar el bachillerato en el Instituto Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria. Allí tiene la suerte de recibir clases de dibujo de Nicolás Massieu y Matos. Massieu, que se encuentra en aquel momento en la cumbre de su trayectoria creativa, es el artista más importante de su generación, y en su obra pictórica predominan los paisajes, bodegones y retratos, dominados por el color y la precisión del dibujo. Aquel encuentro, sin duda, marcará la trayectoria artística del joven Padrón.

Antes de comenzar sus estudios superiores, Padrón debe asumir sus obligaciones militares. Pertenece a esa generación de jóvenes que vieron sus vidas marcadas por los acontecimientos políticos del país. Es alistado en el ejército y participa en la Guerra Civil. En 1942 ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Siete años después, obtiene el título de profesor de dibujo y regresa definitivamente a Canarias, en 1951.

A su llegada, retoma el contacto con su antiguo profesor de dibujo, Nicolás Massieu y Matos, que lo invita a participar en el primer Salón de Arte de Santa María de Guía, una exposición colectiva que cuenta con la participación de jóvenes artistas del momento como Felo Monzón, Manolo Millares, Miró Mainou, Juan Ismael, Jesús Arencibia, Plácido Fleitas y Santiago Santana.

Es en 1954 cuando tiene la ocasión de presentar su obra en una primera exposición individual en el Museo Canario. Esta muestra es una tarjeta de presentación de este pintor discreto que vive, desde su regreso, en su ciudad natal, sin participar en el bullicio creativo e intelectual de Las Palmas de Gran Canaria. A partir de ese acontecimiento cultural, Antonio Padrón desarrolló una trayectoria artística en solitario, participando regularmente en exposiciones colectivas y algunas individuales, principalmente dentro del ámbito insular. En 1958, recibe el premio de honor, con la obra Ángeles en la VIII ª Bienal Regional de Bellas Artes del Gabinete Literario. Dos años después, se celebra su segunda exposición individual en el mismo lugar. Además de las pinturas, presentó piezas de barros cocidos. Su última y tercera exposición individual se organizó en la Casa de Colón en 1965.

La crítica considera a Antonio Padrón como un pintor expresionista porque en su obra deforma la realidad, expresando de manera subjetiva la naturaleza y el ser humano. Para ello, utiliza la geometría, las líneas rotas y los contornos marcados, y se sirve del color como elemento expresivo. Ejecuta su trabajo descomponiendo perspectivas, aportando al lienzo un sentido bidimensional que llena de personajes, animales y objetos. Para el artista es más importante la expresión de los sentimientos que la descripción objetiva de la realidad. Pero Antonio Padrón es, antes que nada, un pintor de su entorno, de su pueblo, de su gente, de la historia prehispánica que define a la ciudad de Gáldar.

En 1968, con solo 48 años, el artista muere en su amada Gáldar dejando su taller intacto y una obra muy personal, muy característica, que se puede disfrutar, desde entonces, en la Casa-Museo Antonio Padrón.

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