Un viaje a través de las huellas dejadas por una mujer de espíritu surrealista a la que le gustaba jugar a vivir el azar como realidad: Madeleine Bonneaud.
Partícipe del grupo surrealista, amiga personal de André Bretón, mujer del pintor surrealista canario Oscar Dominguez, diseñadora de joyas para Christian Dior, musa entre artistas, siempre comprometida en la defensa de la libertad política, cultural y estéstica.
En los años 50 cambió la efervescencia parisina por el aislamiento de la isla de Tenerife, a la que llegó de la mano del crítico de arte y amigo personal de Domínguez, Eduardo Westerdahl.
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