El hombre acostumbra a proyectar en los demás, sueños de ideales que él no termina de cumplir.
La Ilustración alimentó sueños que contribuirían a crear una sociedad más inteligente, libre y solidaria. Los ilustrados creyeron que esa identificación entre realidad y deseo llegaría por la educación, pero aquel sueño de emancipación,
aquel “atrévete a saber”, duró poco antes de alejarse definitivamente del espíritu universalista que lo inspiró. La educación se quedó reducida a mera alfabetización como instrumento de control, y el concepto de Ilustración fue sustituido por el de cultura, antes de que ésta terminara parcelada y segmentada.

Hoy desviamos la atención hacia el cómo enseñamos, dejando en un segundo plano el qué enseñamos. A la caída de la educación por esa espiral, se suma la pérdida del lenguaje como último reducto de libertad. Hans Magnus Enzensberger ha señalado, malicioso, que una de las innovaciones del sistema educativo actual consiste en que un alumno puede acudir ocho años seguidos a la escuela sin llegar a aprender su propio idioma. Los estudiantes son cada vez más extranjeros en su propia lengua.

La Obra Social de CajaCanarias ha sido, durante más de medio siglo, semillero de los proyectos que muchos escritores, pensadores y artistas han ido dejando para trazar el mapa de lo que somos, de los hechos culturales que nos explican. Nuestra labor de acompañamiento nos ha permitido estar cerca de las “Ciencias Humanas” como motor del progreso social. Por eso nos debemos esta reflexión antes de que la metástasis alcance los órganos del saber y la invención. Los caminos para abordar una nueva ilustración deben arrancar de la curiosidad del hombre y de su pensamiento crítico, pero también de su capacidad para expresar este pensamiento. Tal vez estemos necesitados de algo más que un baño de idealismo para abrazar este desafío del saber en nuestra vida. “La vida -como escribió Emilio Lledó- ese invento de los hombres”.

Obra Social y Cultural de CajaCanarias