Vivimos en una época excepcional de crisis de la transmisión del saber. La escuela ya no consigue enseñar los conocimientos más fundamentales a numerosos jóvenes; las reglas del saber estar y del trato social son cada vez menos asimiladas; ni siquiera nos ponemos de acuerdo en qué es lo que hay que enseñar de manera prioritaria a los alumnos. Todos estos fenómenos tienen causas múltiples. Hay que vincularlos al auge de una cultura hiperindividualista (hedonismo, autenticidad, espontaneidad), al desmoronamiento de las tradiciones, a la profusión de las informaciones, a la quiebra de las normas autoritarias y disciplinarias. Pero también a una civilización del consumismo y del ocio en la que la cultura y el saber han perdido su aura, ya no vienen cargados de fuerza liberadora y ya no hacen soñar . |
Así, las sociedades hipermodernas
requieren una profunda reforma de los métodos y contenidos enseñados: tenemos, en particular frente a la sobreinformación moderna, que inventar de nuevo y promover una cultura de historia centrada en las largas duraciones. Si el individualismo es sin duda un proceso irreversible, la cultura que cada vez le proporciona sus rasgos es variable y se puede modificar: es la gran labor del porvenir. |