Habida cuenta de las enormes posibilidades de futuro que, a efectos triunfales, ofrece el silencio, uno no se explica el porqué del empeño en dar a la docta emprenta la palabra propia, exceptuando el intento – vano en la mayor parte de las ocasiones – de decir al menos como quienes nos precedieron en la idea su expresión. Pero creo, sinceramente, que el ser humano ha sido creado para la creación, humilde o grandiosa; para subvertir, para contradecir las Escrituras. Y en esa rebeldía deberíamos encontrarnos permanentemente, entreverando el empeño en la palabra apropiada y el Aprendizaje del silencio.
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